![]() Si nos aproximamos a Adahuesca, tanto desde Barbastro como desde Huesca, veremos hacia el sur de la localidad que sobresalen en el horizonte tres cipreses de gran porte señalando la localización del antiguo monasterio de Treviño. A una distancia de ¼ de legua (1) de Adahuesca, menos de kilómetro y medio, se encuentra Treviño hoy entre campos de cereal, almendros, olivos y alguna viña. Antaño rodeado de viñedos, circunstancia ésta de la que tomó su nombre: Treviño, “entre viñas”. No todos están de acuerdo con esta toponimia de Treviño, algunos autores mantienen que deriva del latín trifinium:”tres límites”. Aunque no por la leyenda de que podían juntarse para comer en Treviño tres obispos, cada uno sin salir de su diócesis: Huesca, Barbastro y Lérida, pues en la fecha de la fundación de Treviño, Adahuesca pertenecía al obispado de Lérida, y Barbastro no aparece como diócesis hasta el año 1573. Por ello los tres límites deben tomarse como tres antiguos territorios, y el punto de unión estaría debajo de la ermita cerca del río Vero, donde estaba la “Cruz del Molino” ![]() Al llegar a lo que fue monasterio vemos la iglesia románica, único edificio que permanece en pie, y los tres cipreses (Cupressus sempervirens) de gran tamaño, (el mayor alcanza los 14,5 metros) que marcan los restos de lo que fueron el claustro y las viviendas. La tradición señala que se construyó antes de que los moros se instalaran en el territorio, posiblemente en relación a la leyenda de las dos jóvenes de la localidad y parroquianas de Treviño (2): Nunilo y Alodia, decapitadas en Huesca a mediados del siglo IX y cuyos cuerpos fueron trasladados al monasterio de San Salvador, de Leyre. Treviño siempre ha estado rodeado de un halo de misterio. Tal vez hubiera algún tipo de construcción de tipo religioso en el lugar, y la actual iglesia de transición románico-gótico se levantara sobre dichos restos a principios del siglo XIII. No se sabe con certeza si lo hicieron los monjes cistercienses. ![]() En un principio se construyó una única nave y ábside poligonal. La fachada de poniente cuenta con una puerta
dovelada sobre la que se ha esculpido un crismón trinitario. Sobre la puerta se encuentra un ventanal muy
elaborado y remata el hastial una descentrada espadaña de dos vanos. La puerta
principal se encuentra situada en el muro norte. Consta de cinco arquivoltas de
medio punto y capiteles decorados con motivos geométricos. La arquivolta interior se decora con una sucesión de rollos de tradiciónn mozárabe. ![]() ![]() Siguiendo la tradición cisterciense, los monjes pusieron el convento bajo la protección de la Virgen, con la advocación de Nuestra Señora de Treviño. Otra de las características cistercienses es el cultivo de las tierras y huertas próximas. Sin darme cuenta he levantado mi vista hacia el cielo, donde parece que lo tocan las copas de los cipreses. Les pregunto si saben si Treviño lo habitaron los cistercienses o únicamente los hospitalarios, Caballeros de la Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. ![]() Pero no, es imposible que lo sepáis ya que en esa época todavía no os habían plantado. Lo hicieron en el mismo lugar donde crecieron otros cipreses. El PadreFaci, a principios del siglo XVIII, señala que había en Treviño un ciprés “digno de memoria, pues no cede a alguno de los de Palestina, siendo muy elevado”, que medía en la base dieciséis palmos (3), por lo que se puede suponer que rondaba los 3,30 metros de perímetro y el mayor de vosotros no llega a los dos metros. Con el paso del tiempo se construye el claustro y se decora el ábside y su bóveda con pinturas de estilo gótico, ya en el siglo XIV. También se cubre la portada septentrional que consta de tres arquivoltas con decoración pictórica y guardada por un atrio de estilo gótico. Desde este atrio también se puede acceder al coro mediante una escalera exterior. Un día también los hospitalarios dejaron Treviño. Vosotros, mudos testigos del paso de la historia, tal vez conozcáis la causa. Ya sé que no os habían plantado en esa época, pero tal vez vuestro antecesor os lo contara. Tal vez los hospitalarios debieron abandonar Treviño a causa de las pestes que asolaron el territorio en la Edad Media, o incluso llegaran a perecer todos los monjes por la enfermedad. No lo sabemos, como tampoco la fecha, que bien pudiera ser a finales del siglo XIV o principios del XV. ![]() ManuelBenito apunta otra posible causa del abandono del convento por parte de los
Hospitalarios. En el siglo XIV por Adahuesca pasaba el camino que unía
Tarragona con San Sebastián por Huesca, pasando antes por Monzón y Barbastro.
En este siglo se construye un nuevo puente en Monzón que permite un camino más
directo con Huesca, lo que lleva a una pérdida de importancia del enclave de
Treviño. No obstante el camino se siguió utilizando hasta el siglo XIX por
arrieros y trajineros, que tenían por patrona a la Virgen de Treviño. ¿De esto os acordáis? Tras la marcha de los hospitalarios, Treviño pasa a depender de Adahuesca, que según el P. Faci nombra a los “maniobreros” como responsables del cuidado del convento y mantenimiento de un capellán que celebre los oficios en la Iglesia. Por esa época, en 1446, se funda una cofradía de difuntos, semejante a las surgidas en otros lugares tras las graves epidemias de la Edad Media. La Cofradía toma como sede Treviño, donde realiza todas sus actividades. Para algunos autores es la cofradía es quien levanta el claustro, el Padre Faci dice que hermosearon los claustros “con 64 columnas de una piedra blanca muy vistosa”, basándose en el libro de cuentas de la cofradía de los años 1446 a 1543. Gracias al auge de las limosnas y de alguna renta que recibe se realizan dos retablos: uno para el altar mayor y otro para la capilla de San Fabián y San Sebastián, capilla que se encontraba en la zona norte del claustro. También repararon el órgano y durante el siglo XVII se añaden dos capillas laterales a la iglesia, tomando con ello forma de planta de cruz latina. ![]() Todas estas obras también son posibles gracias a las tierras que posee la cofradía, las propias de Treviño y las donadas, que constituían un priorato. Al frente estaba el prior que también presidía la cofradía. Como el prior D. Pedro de Babilo, quien en 1671 y en compañía de otros dos vecinos de Adahuesca, Miguel Molina y Francisco Catalán, fueron hasta el Monasterio de Leyre para visitar los cuerpos de las Santas Mártires. ![]() Adahuesca hacía tiempo que venía reclamando los cuerpos de las Santas, y en 1667 cansados de la negativa por parte del monasterio de Leyre elevaron su reclamación ante los máximos estamentos. Tras la visita de los vecinos de Adahuesca en 1671 a Leyre y coincidiendo con la mejoría de la salud de D. Roberto Díez de Ulzurrum, abad de Leyre, éste les apoyó en su reclamación intercediendo ante Roma. En agosto de 1672, consiguen recuperar parte de los cuerpos que fueron depositados en la iglesia de las Santas, salvo una punta de costilla que se deposita en la iglesia vieja de San Pedro. Ya en 1821 logran recuperar el resto de los cuerpos de las Santas. Pero no será éste el último viaje de las Santas Nunilo y Alodia.
Canecillos que decoran la iglesia de Treviño En 1835 los monjes de Leyre reclaman y consiguen que retornen a Navarra los restos de las Santas. Una nueva concesión episcopal en 1862 le devuelve los restos a Adahuesca, descansando desde esta fecha los restos de las Santas en el altar de su capilla. Todo esto, amigos cipreses, sí que lo recordarais, seguro que desde vuestra altura las visteis retornar a Adahuesca. ¿Pero, por qué no contestáis a mis dudas? Durante el siglo XVIII gozó la cofradía de unos tiempos de prosperidad. Manuel Benito señala que durante este siglo se convirtió el convento en un “cementerio de lujo”. Las donaciones se incrementaron a condición de ser enterrados en el claustro. El obispo de Lérida en 1747 ordena “enladrillar y aderezar” las muchas sepulturas que había en el pavimento del claustro. Vosotros, callados cipreses, ¿no sabréis desde cuando hay ermitaños en Treviño? En su trabajo sobre Adahuesca, Manuel Benito dice que ya lo había en 1730 y que tenía la obligación de tocar la campana tres veces al día: al alba, al mediodía y al anochecer. También debía cuidar de la ermita y a cambio se les permitía recorrer la comarca con la capilla portátil de la Virgen, recogiendo por ello limosnas en metálico y diversos artículos como grano, aceite o lana. ![]() Pero los buenos tiempos acabaron y durante el siglo XIX comienza el deterioro de Treviño. Gracias a los esfuerzos de D. José de la Vega, que se estableció como ermitaño, Treviño siguió en pie. Seguro que recordáis la llegada, allá por 1885, de unos monjes benedictinos que venían desde Montserrat, los terceros en la historia del convento. En su intento de hacer menos dura su estancia en el convento, para construir un habitáculo los monjes derribaron el atrio de la portada de acceso al claustro que hasta ese momento había servido de refugio a los caminantes en caso de tormentas. También convirtieron en sala de visitas la capilla existente en el lado norte del claustro, entre el torreón y el atrio de entrada a Treviño. ![]() En el atrio de la portalada de acceso a la iglesia, en la pared adosada a una de las capillas de la Iglesia había una pintura al fresco de un Cristo crucificado (se ha conservado una parte de la pintura que corresponde a la inscripción INRI) y donde se había colocado un altar. Tanto el altar como la pintura fueron destruidos por los monjes benedictinos. Corta fue la estancia de estos monjes en Treviño. No habían pasado tres lustros del siglo XX y según relata Juana Coscujuela en su libro “A Lueca (a historia d’una mozeta d’o Semontano)” cuando todos los componentes de su familia se trasladaron como ermitaños a Treviño para sustituir a Pascual y su mujer “a Pajarica”, tras la muerte de Pascual. ![]() Amigos cipreses, llevo media tarde intentando en vano que me contéis la historia de Treviño. Sopla un viento frío en estos primeros días de febrero en que Guara luce un manto invernal. Buscando un poco de abrigo me siento junto a uno de vosotros, al tiempo que reparo en el pozo de agua que todavía permanece en medio de lo que fue el claustro y que en años de sequía ayudaba a saciar la sed de Adahuesca. Todavía hoy el pozo permanece forrado con piedra trabajada, al menos en lo que mi vista alcanza. Imposible que olvidaseis a esos cinco zagales, hijos de Ángel y María, que llegaron a Treviño montados en una carreta encaramados sobre sus escasas pertenencias. Seguro que vuestras sombras y cimbreos les asustaron más de una noche mientras volvían de dar de comer a los animales, corriendo como demonios hasta que se les caía el candil y pensando que eran los fantasmas quienes les perseguían. ![]() Escribió que os regaban con el agua del pozo, como también lo hacían con las flores que cultivaban en el claustro y que eran para la Virgen. Para el agua que utilizaban en las faenas de la casa debían ir hasta el pozo y el lavadero que había, y hay, a mitad de camino entre Adahuesca y Treviño; mientras que las caballerías las llevaban a abrevar a las dos balsas que había en las cercanías de Treviño. Fueron tiempos de duro trabajo para estos ermitaños que se vieron truncados cuando toda la familia enfermó de la gripe en 1920. El padre falleció, lo que obliga a dejar Treviño a toda la familia. Desconozco si a Ángel Coscujuela lo sustituiría algún otro ermitaño, y hasta cuando se habitó Treviño. Lo cierto es que todo el convento se va deteriorando progresivamente hasta que en 1965, en vez de intentar recuperarlo, se decide tirar el claustro y dependencias anejas ante la amenaza de ruina. Desde esta fecha únicamente quedó en pie la iglesia y no en muy buenas condiciones. Otro hecho fatídico que tenéis que recordar es la irreparable pérdida de la imagen de la Virgen y de su retablo durante la Guerra Civil. ¡¡Malditos fanatismos, de una u otra parte!! ![]() Desde finales del siglo pasado se llevaron a cabo diversas restauraciones en la iglesia, hoy ermita de Treviño. Algunas edificaciones se retiraron, como la torre del campanario, además de llevar a cabo la consolidación de atrio de la portalada septentrional, nave, techumbre y pinturas del ábside; devolviendo la ermita al culto. También se excavó para localizar la planta del claustro desaparecido. Contentos debíais estar con tanto ajetreo por las obras, ¡qué diferencia con estos últimos años! Seguro que algo olvidados os tenéis que sentir, solitarios guardianes de la ermita y esperando que un curioso, como yo, se acerque hasta Treviño para haceros compañía. Antiguamente misas, fiestas y romerías atraían a numerosos fieles de la Virgen de Treviño. Virgen que dicen realizó muchos milagros como daban fe los números exvotos que se depositaban en la Iglesia. Por el Padre Faci sabemos que en el siglo XVIII se conservaban los restos de la camisa y zapatos de una mujer que había sobrevivido a un rayo mientras estaba rezando en Treviño. ![]() A Treviño venían en rogativa los fieles en años de sequía y en la mañana de todos los Viernes Santos rezaban el Vía Crucis hasta Treviño. Tradición que todavía perdura. Los aboscenses recorren en ese día el camino que une Adahuesca con Treviño y que está jalonado con cruces que marcan cada una de las “Estaciones de la Cruz”. Los jóvenes y niños van vestidos de romanos, algunas mujeres de “manolas”; y tras la misa todos regresan en procesión a Adahuesca. El sol ya se oculta y debo regresar. Aquí os dejo, callados y en absoluto silencio. Me pregunto: ¿por qué no queréis contar a los que hasta aquí nos acercamos la historia de Treviño? ¿O tal vez es hicisteis voto de silencio? Manuel Bernal. Febrero 2013 (1) Legua: medida de longitud que equivale a 5.572 metros. (2) “Aragon, Reyno de Chisto y dote de Maria Santissima. 1739 - P. Roque Alberto Faci. (3) Palmo: medida de longitud que equivale a 21 centímetros, que es aproximadamente la distancia comprendida entre el extremo del pulgar de una mano abierta y extendida y el dedo meñique. Más en: Coscujuela Pardina, Chuana. A lueca, a istoria d'una mozeta d'o Semontano. Huesca, Publicazions d'o C.F.A., 1ª ed., 1982; 2ª ed., 1988; 3ª ed. 1998.
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