Tercera de las salidas botánicas del año, hoy queremos comprobar como se va recuperando el monte de Zuera tras los incendios de 2008 (2.500 Has. Del monte de Zuera y Castejón de Valdejasa) y especialmente el de 1995 que arrasó 4.000 hectáreas del monte, podemos hacerlo sin dificultad siguiendo un camino forestal que desde lo alto del Vértice Esteban nos lleva al Barranco del Salado por la Val de Aísa, igualmente constataremos como va cambiando la vegetación al descender en altitud y la influencia que el hombre ha tenido en dicha variación, mediante la ganadería, la agricultura o el fuego. ![]() Los participantes en esta tercera ventosa salida botánica Antes de llegar a la zona del Vértice Esteban y a ambos lados de la carretera A-1102, que nos llevaría a Castejón de Valdejasa, podemos ver restos del incendio de 2008. La ladera noreste se va recuperando con un número mayor de pino carrasco (Pinus halepensis), mientras que en la ladera suroeste, apenas hay pinos en sus vaguadas y zonas más húmedas. El pequeño matorral que vemos verde son las coscojas –que es el primer arbusto que rebrota tras un incendio-, enebros y romeros. ![]() A la altura del km. 21 de la carretera encontraremos a nuestra derecha la pista que debemos tomar. Estamos a 684 metros de altitud y durante unos trescientos metros la pista atraviesa un carasol poblado de pino carrasco –que milagrosamente se salvó de las llamas de los últimos incendios- y en su orla boscosa encontraremos otras especies que debido a la inversión térmica, han buscado estos enclaves con una mayor temperatura invernal como son las sabinas negras (Juniperus phoenicea), enebros (Juniperus oxycedrus), coscojas (Quercus coccifera) o encinas (principalmente Quercus ilex subsp.ballota, aunque mirando con detenimiento podemos encontrar también la subespecie ilex); los claros son ocupados por otros pequeños arbustos como la hierba de las siete sangrías (Lithodora fruticosa) o la bufalaga (Thymaleae tinctoria); también y en un número menor de lo que nos encontraremos más abajo crecen romeros (Rosmarinus officinalis) y el tomillo (Thymus vulgaris), además de una pequeña gramínea, el lastón (Brachypodium retusum) que encontraremos durante todo nuestro recorrido. ![]() Tras el incendio de 2008 brotan en primer lugar las coscojas, enebros y romeros, tras ellos el pino carrasco que si las condiciones son óptimas se harán dominantes. El letrero colocado en el primer cruce de caminos nos indica el camino a seguir, el Pozo Cantarero. El giro de la pista nos lleva a la zona umbría del pinar donde nos aparecen otras especies de procedencia eurosiberiana o plurirregional y que necesitan precisamente esa sombra para poder prosperar. La madreselva (Lonicera implexa) o la gayuba (Arctostaphylos uva-ursi) son las que ahora acompañan al Pino carrasco. La ladera que tenemos sobre el Pozo Cantarero veremos que se ha regenerado completamente del incendio de 1995 y los pinos, que la cubren por completo, y van alcanzando una talla considerable. A un kilómetro desde el inicio de la pista se encuentra el Pozo Cantarero, un buen lugar donde dar cuenta del bocadillo, pero eso será para otra ocasión, hoy seguimos la marcha. Apenas hemos bajado setenta metros de altitud y el paisaje se abre al inicio de la Val de Bailo. Aparecen los primeros cultivos de cereal y en sus ribazos –marguines- florecen en estos primeros días de abril el arándano o arañón (Prunus spinosa). ![]() Sobre el Pozo Cantarero los pinos carrascos van repoblando la ladera, quedando algún pino que nos indica lo que fue y el fuego se llevó en 1995 A nuestra izquierda aparece un camino, según nos señala un indicador es la Fuerte de la Solana o del Carasol. Conforme no acercamos a la fuente aparece una vegetación que nos indica que el agua está próxima, como el carrizo (Phragmites australis) o el junco (Scirpus holoschoenus). Para recoger el agua que mana se construyó una canaleta donde puede abrevar el ganado, por ello no es de extrañar el encontrar alguna mata de ginestra, especie ruderal que se hará dominante cuando recorramos la Val de Aísa. ![]() Puesta de sapo corredor en la Fuente de la Solana, hoy hemos podido ver a los pequeñenos sapos nadando en el agua. Durante nuestro recorrido por la Val de Bailo podemos observar la diferente forma en que se está regenerando el monte; a nuestra derecha, que se corresponde con las laderas con orientación norte, el pino carrasco las ha repoblado por completo dando un color verde oscuro al paisaje y únicamente se asientan algunos grandes ejemplares, que se salvaron del incendio, de encinas o carrascas en las zonas de unión entre los cultivos y el bosque junto con algunas coscojas. Por el contrario en los carasoles, el pino que ha nacido después del incendio de 1995 no se ha recuperado con tanta facilidad y ya no es dominante; variando su color a una tonalidad más amarillenta. ![]() Ladera con orientación norte y el arañón o endrino en flor en los marguines. Los claros del pino, en los carasoles, los cubre el matorral mediterráneo formado por la coscoja y el lentisco (Pistacia lentiscus). El alatierno (Rhamnus alaternus) aparece refugiado entre las dos especies anteriores donde busca un mejor hábitat, y también vemos algún escaso pie de oliveta (Phyllirea angustifolia). Los claros de terreno que quedan libres son ocupados por el lastón y algún romero. A los dos kilómetros desde el inicio del camino nos encontramos un depósito de agua habilitado para los helicópteros en caso de incendio. El paisaje se abre y ganan terreno los campos de cereal que ocupan ya no solamente los fondos de las vales, sino que se cultivan también los varillos que van apareciendo tanto a derecha como a izquierda. La Val de Bailo se acaba y un nuevo cruce de caminos –el camino de nuestra izquierda nos llevaría a Los Pilaretes- nos marca el comienzo de la Val de Aísa. ![]() Laderas con orientación sur Estamos a 500 metros y únicamente hemos descendido 186 metros pero el cambio de vegetación se hace presente. En las cunetas de la pista el lentisco y el arañón ha dejado paso a las retamas o genistas (Retama sphaerocarpa). Las coscojas van siendo más escasas, al igual que el lentisco y la sabina negra únicamente está presente con algún ejemplar de corta talla; estas especies van siendo sustituidas principalmente por los romeros, aliagas (Genista scorpius), enebros, jaras blancas (Cistus albidus) y el lastón, que no nos abandona en todo el recorrido. Los escasos pinos que vemos germinaron tras el incendio de 1995 y reflejan la dureza del terreno donde les toca crecer. A unos cuatro kilómetros desde el inicio, y junto al camino, encontramos los restos de una casa, Casa Baja. La vegetación que aparece: sisallo (Salsola vermiculata) y ontina (Artemisia herba-alba) nos indica que el terreno es más árido y que la presencia del ganado ha sido frecuente hasta hace poco tiempo. También comienza a aparecer otro arbusto espinoso como es el espino negro, arto o escambrón (Rhamnus lycoides). ![]() Casa Baja La Val de Aísa finaliza cuando llevamos recorridos ocho kilómetros y el yeso comienza a aflorar, la romerilla (Cistus clusii) así nos lo indica. Los campos de cultivo ya ocupan la mayor parte de la superficie y el matorral mediterráneo con los escasos pinos ocupan las zonas más alta y agrestes de las lomas, en el suelo improductivo o que no es rentable su cultivo. El recorrido por la Val de Aísa finaliza, antes hemos pasado por otra caseta, la de Bañeras, con unos grandes ejemplares de pino carrasco que se salvaron de las llamas en el incendio del 1995. Hemos bajado cien metros mientras recorríamos esta val que nos deja en la Val de Herrera. Aquí el terreno se dedica casi en exclusiva al cereal, y el uso ganadero del mismo se hace evidente. Nos queda poco menos de ocho kilómetros hasta el final del recorrido. La vegetación hasta el Barranco del Salado es constante, matorral ralo que en los carasoles predomina el romero y la aliaga, además del escambrón y los enebros. En las zonas más umbrías que quedan a nuestra derecha encontramos otras especies que se refugian en la umbría, como en el inicio de la Cuesta Varillera que queda a nuestra derecha, camino que no debemos tomar. ![]() El colmenar del Boticario En el Monte Alto y durante el camino crecen a pleno sol los endrinos o arañones, además de alguna escasa mata de boj (Buxus sempervirens); en esta zona baja buscan la sombra que les proporcionan los pinos carrascos. En este punto la pista pasa a la otra vertiente del Barranco del Salado y en su ladera izquierda el matorral crece escaso y de corta talla. El suelo, con una mayor cantidad de yeso, es más árido y la erosión se hace patente. Dejamos los restos del Colmenar del Boticario, donde todavía podemos ver el tipo de edificación que construían para la producción de la miel. El sisallo se hace predominante en las laderas, además del albardín (Lygeum spartum) junto con el escambrón y el enebro. Entre ellos crecen algunos olivos (Olea europaea) ¿restos de alguna plantación? y también algún almendro (Prunus dulcis) que en la cuneta ha nacido. ![]() El camino vuelve la vertiente derecha, quedando el barranco a nuestra izquierda. En las laderas que finalizan junto a la pista el pino ya han desaparecido, estando pobladas por sabinas, romeros, enebros, romeros y escambrones o artos, a los que acompañan los restos de alguna capitana (Salsola kali) otra especie a la que le gusta cierto grado de salinidad del terreno. Vegetación que no nos abandona hasta el final de nuestro recorrido, kilómetro 4 de la carretera A-124, justo antes de que desagüen, en épocas de tormentas, las aguas del Barranco del Salado en el Río Gállego. ![]() El boj aparece al final del Barranco de Salado en las zonas más umbrías y húmedas. Han sido poco más de quince kilómetros y no llegan a 300 lo que hemos descendido en altitud, pero nos ha servido para ver la variación que sufre la vegetación tanto por el descenso altitudinal como por la mano de obra. José Manuel Villar Marcén en su libro “Biografía de un paisaje. Zuera” recoge la cita de que sobre 1880 Odón de Buen señala en sus memorias “….fueron otros tiempo bosques espesos que fue la codicia o la necesidad destruyendo, hasta tal grado que los pinares de Zuera, que aún gozan hoy de alguna fama llegaban hasta cerca del pueblo. Años tras años, los incendios se repetían casi siempre en los mismos días y proporcionaban a los vecinos, leña que vender en Zaragoza, madera a quien adjudicaban las subastas, faena para los carboneros y a fin de fiesta dinero para todos. Y por este procedimiento incendiario los bosques se iban alejando del pueblo hasta quedar cubriendo tan solo la parte más elevada del término municial, el llamado Monte Alto…..” |
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