Desde antiguo se ha considerado a la rosa como símbolo de la belleza y del amor, siendo en China y Mesopotamia donde primero se cultivó hace más de 5.000 años. De origen incierto, se cree que procede del Cáucaso o de las orillas del Caspio, desde donde se propagó por Asia y Europa, y posteriormente a todas las zonas templadas del Hemisferio Norte. ![]() Rosa foetida Persas, babilonios, egipcios, chinos, griegos y romanos conocían de sus propiedades medicinales o cosméticas, también la usaron para dar sabor a ciertas comidas orientales. Persas y turcos obtenían el agua de rosas mediante la destilación de los pétalos. Posteriormente se consiguió el aceite de rosas, imprescindible para la elaboración de los perfumes, siendo en la actualidad Bulgaria uno de los principales productores. Los cristianos a su regreso de las Cruzadas, introdujeron en la Europa occidental desde el Oriente Medio las rosas (especialmente el aromático Rosal de Alejandría); y los conocimientos para su uso tanto medicinal como en perfumería. A final de la Edad Media la rosa cayó en declive, refugiándose en los Monasterios. En estos centros de cultura los monjes cultivaron las rosas junto a otras plantas aromáticas, no solo por su belleza que asociaban con la de la Virgen, sino por sus propiedades medicinales. ![]() Ejemplares de esta rosa en las proximidades del Puente Medieval de San Miguel (Jaca) El cultivo de la rosa se extendió por todo el mundo desde finales del siglo XVIII, cuando llegaron a Europa desde Oriente algunas rosas híbridas que florecían varias veces al año. Su posterior hibridación con las rosas existentes en Europa dio origen a las más de 30.000 especies existentes en la actualidad, seleccionadas por su belleza y colorido pero que casi han perdido su suave fragancia. Fragancia que todavía conservan las cien especies de rosas silvestres que crecen en la naturaleza. ![]() A esta rosa que nunca quiso ser el patito feo de sus hermanas siempre le quedará el consuelo del dicho de origen francés “no hay bella rosa que no acabe en tapaculos”. A pesar de su nombre, la rosa foetida no quiere ser menos hermosa que sus congéneres. Con los primeros calores de la primavera nos regala una generosa floración donde destacan sus pétalos de color amarillo intenso, carácter que la identifica al ser la única especie silvestre que nos da flores con esta tonalidad. En la Península Ibérica, al igual que en Aragón, es una especie naturalizada y que se da en lugares muy concretos. En Aragón, curiosamente, los escasos arbustos de rosa foetida aparecen en dos lugares que mantienen su sabor medieval: Albarracín y Jaca. En Albarracín estaba citada a mitad del siglo pasado, desapareciendo posteriormente hasta que Maribel Sarasa la encontró recientemente cerca del casco urbano. En Jaca se conoce su existencia desde hace más años, sufriendo una drástica disminución a causa de la expansión urbanística que ha experimentado la ciudad en los últimos tiempos. Quedan unos pocos ejemplares en las proximidades del Puente Medieval de San Miguel y en el Camino a Finisterre. Cuando estemos ante una rosa, especialmente si es silvestre, podemos intentar resolver su enigma. Enigma que probablemente se inventó en algún monasterio, y que se ha transmitido con diversas modificaciones hasta nuestros días. La versión que Johann Herrmann recoge en su “Dissertatio inauguralis botanico-medicacion de Rosa” (1792) dice: “Los cinco son hermanos, ![]() Sépalos de Rosa agrestis
Si observamos los sépalos de la rosa con facilidad encontraremos la respuesta, el motivo lo dejo para la imaginación del lector. Manuel Bernal. Septiembre 2011 |
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