Sol, cierzo, agua y sal, definen una pequeña extensión de poco más de veintiocho hectáreas de tierra situada aguas arriba de Zuera, oculta entre el río Gállego y tierras de cultivo. Carente de vegetación arbórea que mitigue el azote del cierzo, el abrasador sol del verano seca las pequeñas balsas y lagunas de agua aflorando una costra blanquecina de sal. La salada de Zuera, como toda la depresión del Ebro, se formó hace unos cinco millones de años a finales del Terciario cuando las aguas que la cubrían dejaron de tener salida al mar y se evaporaron poco a poco acumulando sus sales en el fondo del lecho marino. El tiempo y en las últimas décadas el hombre han ido transformando este lugar tan singular como frágil. ![]() Si contemplamos la salada desde el río Gallego veremos a la izquierda una laguna salobre de agua superficial, resguardo de aves donde los estridentes chillidos de la cigüeñuela común avisan de nuestra presencia. El terreno que bordea la laguna es rico en especies que crecen en este tipo de terrenos salobres como Microcnemum coralloides, especie exclusiva de las saladas y que se encuentra catalogada como “Sensible a la Alteración del Hábitat” en el Catálogo de Especies Amenazadas de Aragón. A la derecha se encuentra el carrizal, refugio de la mayor colonia aragonesa de galápago europeo, especie catalogada como “vulnerable” en Aragón. Y este lugar tan particular fue elegido hace unos miles de años como su morada por la Ruppia maritima, pequeño hidrófito que es más frecuente en todo el litoral costero de la Península Ibérica. En Aragón es una especie muy rara, únicamente se conocía en las lagunas de Estopiñán del Castillo en Huesca, y en Zaragoza en las saladas de Chiprana, Bujaraloz y Sástago, así como en Tauste. Especie catalogada como “vulnerable” en Aragón y que hace muy poco tiempo, en 2004, Carmen Gracia Aísa, Félix Roche y José Luis Martín la encontraron en la salada de Zuera. ![]() A primeros de mayo, en aguas algo salobres, se produce un pequeño milagro con los que nos regala la Naturaleza. Nuestra Ruppia maritima está floreciendo bajo el agua; minúsculas florecillas que no llegan a medir un milímetro, y que a la vez que se abren se rodean de una burbuja de aire. Burbujas de amor en cuyo interior cada flor suelta el polen que fecunda un pequeñísimo pistilo. En muy poco tiempo debe culminar todo el proceso y tener listas las semillas que germinarán al año siguiente antes de que el agua desaparezca. El verano acecha y los días cada vez son más calurosos, en unas semanas de este lecho lacustre emergerá una blanca costra salina. De todos depende que este milagro de la Ruppia maritima siga muchos años en la salada de Zuera. El mayor peligro que la acecha es la mano del hombre. En la actualidad, una importante superficie de terreno que rodea a la mayor de las lagunas ya no se inunda temporalmente. La inclusión de la salada de Zuera dentro de alguna figura de protección. como el LIC 'Bajo Gállego' o incluirla en la Red Natural de Aragón dentro de la categoría de Humedal Singular, ayudaría a la conservación de este lugar tan rico en biodiversidad por las numerosas especies de fauna y flora que en ella habitan. Junio-2011 Manuel Bernal Publicado en el suplemento Frontera Azul de Heraldo de Aragón. |
Flora aragonesa >