El domingo 18 amanece sin una nube a la vista, la suave excursión de hoy debe finalizar lo antes posible ya que nos espera el Restaurante Fuenroya del Hospital de Benasque para poner punto y final a estas III Jornadas Botánicas organizadas por la Fundación Hospital de Benasque. Por ello decidimos realizar la salida desde Baños hasta el Hospital, por el antiguo camino utilizado en el siglo XVIII cuando transportaban por este camino desde el bosque de Paderna la madera necesaria para construir los Baños de Benasque. ![]() Fuertemente ancladas en la glera asoman varias especies de árboles como hayas (Fagus sylvatica), tejos (Taxus baccata) o pudieras (Rhamnus alpina). También encontramos cuatro especies de porte arbustivo, dos Rubus y dos Ribes: la frambuesa o chordonera (Rubus idaeus) que nos alegrará con sus frutos por Agosto y otra especie más escasa, Rubus hirtum con sus inconfundibles espinas rojas. Entre los groselleros vemos la tremoncillera (Ribes alpinum), y Ribes petraeum. Las rocas y piedras poco a poco van siendo más escasas y van apareciendo las especies que necesitan otro tipo de sustrato donde asentarse, como un jopo que parasita a los eléboros, Orobanche haenseleri; también crecen junto a la senda algún avellano (Corylus avellana), Teucrium pyrenaicum –endemismo del Pirineo oriental- o dos especies de senecios de flor amarilla, Senecio adonidifolius y Senecio pyrenaicus. No quiero olvidarme de la primera azucena silvestre del día, Lilium martagón o de una compuesta amarilla, Solidago virgaurea, comúnmente llamada vara de oro. Frente a nosotros y al otro lado del Ésera se abre el valle de Lliterola, a su izquierda la Tuca del Dalliu y a la derecha las Tucas de Lliterola. Un poco más a la derecha podemos ver como se desparrama la espectacular cascada de Aigüespases. La senda se adentra en un bosque de pino negro y en su mantillo aparecen dos pequeñas especies: otro pequeño peralito, diferente al que vimos ayer, Orthilia secunda y una pequeña hemiparásita, Melapyrum pratense. Mirando con detenimiento observamos los cuatro pétalos de la flor de Thesium alpinum, que la diferencia de la que ayer vimos, Thesium pyrenaicum, ésta con cinco pétalos. ![]() Se trata de una reliquia de la época preglaciar, Era Terciaria, cuando teníamos un clima tropical por estos lugares y que se parece mucho a la violeta africana (Saintpaulia ionantha). Adaptada tanto al frío como a épocas de sequía, tiene la facultad de que cuando aparece como marchita se vuelve a rehidratar con el agua de lluvia que absorbe a través de la epidermis foliar, lo que le permite ocupar terrenos sin apenas suelo. A mitad del recorrido debemos cruzar el barranco normalmente seco. Bajo nuestros pies tenemos la surgencia de Fuens de Alba, que forma parte del Sistema de Alba. Conjunto de cuevas, galerías subterráneas cuya entrada está situada en el llamado Bujerín de Alba, situado unos quinientos cincuenta metros por encima de donde nos encontramos finalizando tras recorrer más de mil cien metros en la llamada Cueva de Alba. Estamos en una zona de roca caliza con un suelo muy húmedo, donde los megaforbios abundan y entre las especies que forman parte de ellos encontramos Adenostyles alliariae subsp. híbrida, siendo esta subespecie un endemismo pirenaico-cantábrico, o el ababol amarillo, Meconopsis cambrica. También grandes umbelíferas como Heracleum sphondylium o Angelica razulii, destacando entre todas la Valeriana pyrenaica. Frente a la surgencia tenemos dos grandes matas de una escasa compuesta semejante a los cardos o las alcachofas de nuestros huertos (Cynara cardunculus y C. scolymus), Leuzea cynaroides que es un endemismo del Pirineo. ![]() Todavía nuestros pasos recorren el bosque de pino negro, y bien que agradecemos la sombra que nos proporciona. Ya hace un rato que han ido apareciendo las aguileñas, plantas con flores azules y con espolones recurvados semejantes a las garras de las rapaces. Hasta ahora todas han sido Aquilegia vulgaris, pero no tardamos en encontrar a la otra, la Aquilegia pyrenaica, endemismo del Pirineo central y que se diferencia de la anterior en que tiene los espolones rectos. El bosque de pino negro se hace más ralo, por lo que la senda transita entre sus claros, prados y pastos pedregosos. A nuestra derecha de nuevo aparece el Linum alpinum al que acompañas numerosas matas de Campanula glomerata y Aster alpinus. Pero lo que buscamos en la azucena del Pirineo, Linum pyrenaicum. Es un poco tarde y las matas que vemos están ya en flor. Mientras buscamos una en flor van apareciendo otras plantas curiosas como dos grandes gencianas amarillas, Gentiana lutea y Gentiana burseri, está última endemismo pirenaico. Entre las rocas encontramos en la umbría el escaso Sedum hirsutum, o dos especies parecidas y que al final llegamos a diferenciar Silene rupestris y Gypsophila repens. Y por fin aparece en flor, frente a nosotros una mata de Lilium pyrenaicum bien dispuesta a dejrse fotografiar. Un buen momento para levantar la vista y contemplar el valle de Remuñe, que se abre al otro lado del Ésera coronado por el Portal de Remuñe, tras él se esconde a nuestros ojos el Perdiguero. ![]() Y allí, delante de nosotros aparece la flor de nieve o Edelweiss. El recorrido está siendo rico es especies, pero todavía nos queda alguna otra sorpresa. Tras pasar por unos prados donde abunda Hugueninia tanacetifolia subsp. suffruticosa, endemismo pirenaico-cantábrico y que en Aragón está catalogada como sensible a la alteración de su hábitat. Para vela deberemos desplazarnos al entorno del Hospital de Benasque, único lugar de Aragón donde crece. Antes de llegar al final del recorrido y justo cuando de nuevo nos refugiamos en la sombra del pino negro, podemos encontrar umbelíferas como Myrrhis odorata, curiosa planta ya que si frotas sus frutos huelen a anís. Junto a ella podemos observar las dos angélicas: Angelica razulii, que ya hemos visto con anterioridad o la Angelica sylvestris, así como alguna mata de Verbascum lychnitis, todavía con un alto grado de estrés causado por nuestro paso junto a ellas. La senda nos acerca a un resalte rocoso que tenemos a nuestra derecha, justo antes de la bajada que nos llevará hasta el Hospital de Benasque. Colgadas de sus paredes aparecen varias matas de Potentilla nivalis, bajo ella y en el suelo crecen otras dos especies de este género: Potentila pyrenaica con sus grandes flores amarillas y Potentilla erecta, con sus característicos cuatro pétalos amarillos. Mirando con detenimiento también encontraremos otra potentilla, está de pétalos blancos, Potentilla alchemilloides. ![]() Antes de iniciar la marcha podemos contemplar los restos del Hospital Viejo. Situado al final de la carretera que nos ha traído desde Benasque, donado en septiembre de 1.172 por el rey Alfonso II a los Hospitalarios para que atendieran a peregrinos y viajeros. Bien merece una visita antes de volver hasta nuestros hogares. Solo nos queda bajar hasta la carretera y llegarnos al Hospital de Benasque donde daremos por finalizadas estas III Jornadas Botánicas con una comida y entrega del material, pero antes un último alto en el camino para observar en las rocas rezumantes las primeras flores abiertas de la saxífraga amarilla (Saxifraga aizoides). Julio, 2010 Manuel Bernal |
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